Barack Obama se despidió de las Naciones Unidas con un discurso en el que miró al pasado y al futuro mucho más que al presente, y en el que entrelazó los desafíos globales con su legado en política exterior, teñido por la guerra civil en Siria.
Frente a un mundo convulsionado por el caos en Medio Oriente y la amenaza de Estado Islámico, y muchas veces atado de manos por la puja entre Washington y Moscú, Obama recurrió a la perspectiva. Ese mundo, afirmó, nunca ha sido tan seguro ni tan próspero. Pero eso, reconoció, no ha impedido que arrecie la incertidumbre y la desconfianza.