La política exterior de México ha sido considerada como la de una potencia media. A su vez esta política tiene un factor que influye de manera determinante en su orientación, la cercanía geográfica de Estados Unidos. En palabras de la investigadora mexicana Guadalupe González: “La cercanía con Estados Unidos hace que sea el eje central de la economía y el objetivo entonces sea el mantener y ampliar el nivel de autonomía frente a la potencia hegemónica”. Hoy en día México intenta superar tal contradicción en su política exterior.
Aunque Medio Oriente es una región en la que México ha establecido relaciones diplomáticas desde hace bastantes años (en algunos casos incluso desde finales del siglo XIX) y ha tenido momentos de gran activismo por parte de México, la región ha sido tratada más con objetivos personales de algunos de los presidentes que como una estrategia explícita y de largo plazo.
Así, pese a la estrategia de apertura hacia el exterior que predominó tras la alternancia democrática Medio Oriente siguió ocupando una parte ínfima del rubro de política exterior. De esta manera, debido a la falta de una estrategia a largo plazo, México, cuando ha tenido que plantear posiciones con respecto a problemáticas del Medio Oriente, ha recurrido a posturas neutrales y legalistas que no reflejan el nivel de responsabilidad internacional que México busca asumir en el mundo.
En parte esto es debido a que los temas referentes a Medio Oriente, el Mundo Árabe y el Islam han tenido poca divulgación en México, aun cuando las comunidades semíticas locales de México tienen un peso político y económico muy relevante: La comunidad libanesa es calculada en aproximadamente cuatrocientas mil personas, incluyendo descendientes; mientras la comunidad judía está integrada por alrededor de cincuenta mil personas. Lo mismo ocurre con México en esa región. Si bien no se tiene una imagen negativa, ésta es imprecisa y refleja a veces un México que ya no existe.
Pero con los cambios de gobierno en Irán y las intervenciones de Venezuela y Brasil con estos países en coyunturas de interés internacional, se ha despertado nuevamente el interés sobre las relaciones de América Latina con los países del Medio Oriente. La crisis financiera mundial de 2008 ha confirmado la urgencia de diversificar las relaciones económicas, comerciales y políticas con la zona. La diplomática mexicana Ana Luisa Fajer califica a Medio Oriente como “una ventana de oportunidad para que México ejerza una política bilateral acorde con su potencial político, cultural, económico y de cooperación, así como una política multilateral en favor de la paz y la seguridad en el planeta, todos ellos elementos consistentes con los principios y el interés de la política exterior de México”.
Dos países que predominan en el punto de mira internacional son Irán e Israel. Con Irán se han desarrollado diversos proyectos de cooperación técnica y científica, en particular, en el sector pesquero y manufacturero. En materia económica, Irán es nuestro séptimo socio comercial en Medio Oriente. Respecto del tema nuclear, México ha votado a favor de sancionar a Irán por su negativa a suspender su programa de enriquecimiento de uranio. Aunque México reconoce el derecho de los Estados al uso de energía nuclear con fines pacíficos; ha insistido en que Irán coopere de manera transparente con el Organismo Internacional de la Energía Atómica, pues considera que no es válido aducir que se es un país pacifista mientras se llama a la destrucción del Estado de Israel.
En cuanto a Israel, este país tiene el privilegio de ser el único con un tratado de libre comercio entre México y un país de la zona de Medio Oriente. Así, Israel llegó a ser nuestro primer socio comercial en Medio Oriente, aunque recientemente Arabia Saudita lo ha desplazado de esta posición al puesto número dos. México sigue siendo para Israel su segundo destino de exportaciones entre los países de América Latina. Destaca en particular la colaboración en el ámbito agrícola.
México apoya la visión de dos Estados, Israel y Palestina. Sin embargo, México endosa el derecho de Israel a la legítima defensa, como se puede leer en comunicados oficiales que el gobierno ha emitido al respecto de las reacciones de Israel contra ataques provenientes desde la Franja de Gaza. México a su vez se abstuvo de votar a favor de la membresía de Palestina en la UNESCO al considerar que este no era el foro apropiado para obtener una resolución al conflicto, siendo uno de los dos países latinoamericanos que se abstuvieron de esta votación; aunque ha llamado al freno a la política de asentamientos y al fin del uso de la fuerza como medio para resolver este conflicto.
Medio Oriente conforma así un área importante para comerciar y extender la cooperación en cuestiones de petróleo, de particular relevancia en momentos que se discute una reforma energética que alterará la situación petrolera mexicana, al igual que en intereses comunes de la política multilateral. Pero si México quiere seguir con el activismo en los foros internacionales que caracterizó los años de alternancia democrática se enfrentará a disyuntivas entre valores liberales e intereses concretos. Por lo tanto, si México no desarrolla una clara visión a futuro y un entendimiento real sobre el área no puede esperar que su proyección en la zona aumente significativamente.
Por David Jensen López, analista y experto en Medio Oriente.