Históricamente, Irán y Arabia Saudí han luchando por mantener posiciones hegemónicas en todo Oriente Medio, en una lucha del poder religioso –las dos ramas del islam: suní y chií–, y el económico del petróleo. Desde que Teherán logró un acuerdo nuclear con la comunidad internacional y consiguió liberarse de las sanciones, el país persa ha aumentado la producción de crudo hasta 1,5 millones de barriles diarios.