Desde este mes, Hezbolá ya no es solo considerado grupo terrorista por EE UU —y su brazo armado por Europa—, sino que también lo es en 20 de los 22 países árabes. Así se ha anotado Riad un tanto en su guerra fría con Teherán. Hace unos días hacían sus maletas las primeras docenas de chiíes libaneses expulsados del Golfo. Hassan Nasralá pasa a encabezar la lista de los indeseados. Un revés que censura su creciente expansionismo militar fuera de su frontera sur con Israel, para luchar en Siria junto a Bachar el Asad. Paradójicamente, su injerencia ha convertido a los chiíes en objetivo prioritario de los ataques terroristas de Al Qaeda y del ISIS en su propio feudo libanés.