Siempre que se viaja en avión a través de numerosas zonas horarias, el cuerpo humano está condenado a experimentar un fenómeno conocido como jet lag, que puede mantener despierto al sujeto que lo sufre durante varias noches tras el aterrizaje e interferir en las rutinas diarias. Este efecto podría paliarse a partir de los descubrimientos realizados por un grupo de científicos israelíes, que aseguran que si se reducen los niveles de oxígeno en el avión pueden evitarse estos síntomas, y además permitiría a las compañías aéreas moderar la presión del aire en cabina.
Un estudio publicado recientemente en la revista Cell Metabolism determina que los cambios en los niveles de oxígeno del entorno pueden resetear los relojes circadianos de los ratones. Muestra como cambiando la concentración de oxígenos en las células un tres por ciento, dos veces al día, se resetean estos mecanismos relacionados con el reloj interno que hace posible para los organismos coordinar su comportamiento y biología con los cambios ambientales que se producen a lo largo del ciclo diario. La investigación ha sido conducida por un equipo del Instituto Weizman de Ciencia de Israel, con el doctor Gad Asher al frente.
Al igual que sucede con los humanos, los ratones son susceptibles de sufrir el jet lag tras un cambio repentino en las horas de luz de cada día. Durante el experimento de Asher, dejaban a los ratones comer, dormir y correr en sus ruedas en un entorno con niveles de oxígeno controlados. Al alterar estos niveles durante su ciclo normal de sueño no alteraba sus ritmos circadianos, pero los investigadores pudieron comprobar que cuando los ratones experimentaban un salto hacia delante de seis horas, los cambios en los niveles de oxígeno les ayudaban a adaptarse más rápidamente a sus hábitos de comer, dormir y correr en la nueva franja horaria. Por ejemplo, los científicos vieron que una pequeña disminución de los niveles de oxígeno 12 horas antes del cambio de seis horas de franja horaria, o dos horas después, permitía a los ratones recobrar sus ritmos circadianos.
Muchos procesos biológicos siguen un horario preestablecido, con niveles de actividad que suben y bajan a determinadas horas del día. Estas fluctuaciones, conocidas como ritmos circadianos, estás relacionadas con relojes biológicos basados en periodos de 24 horas. El reloj interno principal del cuerpo humano, ubicado en el cerebro, sincroniza una multitud de relojes periféricos presenten en cada célula. Las interferencias en este sistema que temporiza los ritmos vitales en animales y humanos provoca desequilibrios, que pueden incluso provocar enfermedades como la obesidad, síndrome metabólico o el hígado graso, entre otras.
La luz, las horas de comidas y la temperatura son los principales eventos que sincronizan los ritmos circasianos. Pero el doctor Asher ha desarrollado la hipótesis de que el oxígeno pude ejercer también una influencia sobre los biorritmos, dado que su absorción por parte de los animales está vinculada con la ingesta de nutrientes y el mantenimiento de la temperatura corporal.