La revolución en la industria de la alimentación podría encontrarse en un laboratorio. En unos años, la carne in vitro sin necesidad de llevar a los animales al matadero será una realidad a precios muy asequibles. Esta innovación podrá cubrir la creciente demanda de comida en el mundo y además, dar solución al creciente impacto medioambiental que supone la cría de animales para consumo humano.
No es la primera vez que se habla de esta cuestión. Hace menos de un año, el biólogo holandés Mark Post mostró al mundo la aplicación práctica de su investigación: se cocinó una hamburguesa de ternera hecha a partir de tejidos desarrollados en un laboratorio; es decir, la carne no salía de un animal sacrificado, sino de la síntesis de células que crecen para formar un tejido idéntico en todo a un bistec.
El siguiente paso es dar salida comercial a un producto de estas características. En eso está trabajando la Fundación de Agricultura Moderna (MAF, en sus siglas en inglés), ubicada en la localidad israelí de Ramat Gan, que se ha propuesto desarrollar la producción en masa de carne in vitro. Para ello, ha lanzado un proyecto basado en la carne de pollo, una de las más populares en el planeta y muy consumida en todo tipo de culturas y latitudes.
La cofundadora de MAF Shir Friedman subraya su interés en esta idea: “Cuando fuimos conscientes de que la carne cultivada en laboratorio podía ser una realidad, nos dimos cuenta de que ese es el camino para reducir el daño a los animales y al medio ambiente, al mismo tiempo que se avanza para cubrir las crecientes necesidades alimenticias del planeta”.
Lo que ha hecho esta organización es lanzar el primer estudio de viabilidad del mundo para analizar los costes y recursos necesarios para poner en el mercado pechugas de pollo de producción in vitro, así como evaluar un posible calendario.
Este estudio, que cuenta con financiación de fondos privados, está dirigido por el profesor Amit Gefen de la Universidad de Tel Aviv. En los primeros compases del año 2016 se esperan tener listos los resultados.
Según explica Friedman, en la actualidad cerca de la mitad de la superficie del planeta tiene uso ganadero, un tercio del agua dulce disponible se utiliza para las cabañas de ganado y la mitad de las emisiones de gas de efecto invernadero provienen del trasporte de las cabezas de ganado. El impacto de la producción de carne sintética sería muy notable, ya que necesitaría entre un 7 y un 45% menos de energía, 90% menos de agua y un 99% menos de tierras agropecuarias. Se emitirían hasta un 90% menos de gases contaminantes en el proceso.
Friedman hace número: “Si llegáramos a ser unos 2.500 millones de personas consumiendo solo carne in vitro, en 30 años habríamos recuperado todos los recursos que hasta ahora se destinan a la producción de carne en la cadena habitual”.