Los informes sobre muertos y heridos en ataques palestinos contra israelíes y en las consiguientes represalias de las fuerzas de seguridad se suceden con monotonía en Israel desde el pasado mes de octubre. Solo de vez en cuando, un grave atentado o una oleada de asaltos atraen la atención de la sociedad israelí, que parece haberse habituado a convivir con una Intifada protagonizada en su mayoría por lobos solitarios, jóvenes aislados que actúan sin coordinación, y que ya ha superado el listón de los 200 muertos. En Jerusalén es ahora corriente cruzarse en la calle con civiles que llevan pistola al cinto o a un colono con fusil en bandolera en pleno mercado.