Rusia e Irán están reforzando su presencia militar en Siria mientras el Ejército del presidente Bachar el Asad no deja de retroceder desde hace seis meses y apenas controla ya un 20% del territorio del país. El despliegue de Moscú y Teherán no persigue dar un vuelco al conflicto, sino consolidar los frentes y ganar tiempo a favor de su aliado ante la eventual apertura de un proceso de negociaciones para poner fin a la guerra. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, confirmó el domingo que el Kremlin seguirá entregando armamento a su aliado árabe.