¿Son estos los clavos de la crucifixión de Jesús?

El estudio de un par de clavos del período romano cuyo origen se desconoce y que se investigan en el laboratorio antropológico de la Universidad de Tel Aviv hace resurgir en estos días la teoría que los liga a la crucifixión de Jesús.

El geólogo israelí que dirige el estudio afirma que el análisis químico y físico de los clavos prueba que procedieron de la cueva de enterramiento de Caifás, el sacerdote judío que los Evangelios dicen que jugó un papel clave en la muerte de Jesús.

Los investigadores encontraron también restos microscópicos de madera y hueso incrustados en el metal, lo que indica, según ellos, que estos clavos de hace 2.000 años estaban relacionados con alguna crucifixión.

Este estudio da respaldo científico a la teoría que se propuso en 2011, por parte del periodista Simcha Jacobovici, y que levantó muchas críticas por parte de arqueólogos.

Tumba familiar

La historia comenzó en 1990, cuando arqueólogos de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) excavó una tumba judía del primer siglo después de Cristo, en las inmediaciones de Jerusalén. La cueva tenía 12 osarios, las cajitas de piedra caliza en las que los judíos de aquella época guardaban los huesos de los muertos una vez sus cuerpos se descomponían.

Lo que distinguía a esta cueva de otras similares del período romano es que en uno de los osarios estaban inscritas las palabras “Caifás”, en hebreo, y en otra “Josefo hijo de Caifás”.

Muchos estudiosos, pero no todos, identificaron la cueva como la tumba familiar del sacerdote que los Evangelios dicen que entregó a Jesús a Poncio Pilatos y a los romanos para su ejecución.
Uno de los clavos fue descubierto en un osario de aquella tumba, no el que tenía el nombre de Caifás, y otro fue desenterrado del suelo.

Pero el hallazgo fue rápidamente olvidado. Dos décadas después de que la tumba fuera excavada y tapiada, la historia fue retomada por el periodista Jacobovici en su documental Los clavos de la cruz.

Jacobovici sugería en su película que Caifás, probablemente por remordimiento, conservase por lo menos dos de los clavos de la crucifixión y que éstos fueron pasados a sus familiares como amuletos de buena suerte hasta acabar en la tumba familiar.

¿Ocultamiento deliberado?

El periodista de investigación dijo que había descubierto el paradero de los clavos, que habían sido enviados por la Autoridad de Antigüedades a la Universidad de Tel Aviv en los años 90, al antropólogo Israel Hershkovitz.

La AAI negó que aquellos clavos enviados fueran hallados en la tumba de Caifás y muchos desestimaron la hipótesis del periodista.

Los académicos debaten aún si esos clavos fueron usados en una crucifixión, en cuyo caso, aun no siendo la de Cristo y sí la de cualquier otro desafortunado judío matado por los romanos, supondría un gran hallazgo de cualquier manera puesto que los restos arqueológicos de crucifixiones son extremadamente infrecuentes.

No hay conclusión aún sobre el motivo del ir y venir de los clavos hallados y la aparente falta de atención prestada, se preguntan los estudiosos si es porque no son artefactos tan relevantes desde el punto de vista arqueológico o si es precisamente por su gran importancia que se ha tratado de minimizarlos. Parece que el misterio continúa.

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