En el barrio de Balvanera de la ciudad de Buenos Aires se escucha todos los años a las 9:53 a.m. del 18 de julio una sirena que recuerda el momento exacto en el que explotó un coche bomba frente al edificio AMIA en 1994. Era el ataque terrorista más mortífero en la historia de Argentina. Veintinueve años después del bombardeo que mató a 85 personas y dejó 300 heridos, el Congreso argentino quiere aprobar una ley para hacer del esa fecha un día de duelo nacional.
La justicia argentina investigó las denuncias de apuntaban a que el ataque había sido orquestado por la organización chiita libanesa Hezbolá, que el gobierno argentino declaró organización terrorista en 2019 y ya considerada como tal por diversos países, entre ellos Israel y Estados Unidos, así como la Unión Europea, con el apoyo del gobierno iraní. Sin embargo, la investigación continúa abierta y el fiscal que la investigaba, Alberto Nisman, murió en un circunstancias aún por aclarar en 2015.
Desde hace 29 años, los familiares de las víctimas, personas que estaban en el edificio de mutua judía, AMIA, pero también de otras muchas que paseaban por la calle esa mañana, se reúnen frente al lugar de los hechos y exigen justicia.
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