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¿Qué significa para Medio Oriente la entrada de Hezbolá en la guerra Siria?

En la foto hay dos hombres vestidos de pie, hombro con hombro, uno alto y erguido, el otro más corpulento. Ambos sonríen a la cámara. Esta imagen tomada en Teherán es una fotografía poco común de una reunión entre el Ayatolá Jamenei de Irán, y el líder supremo Ali Sayyed Hassan Nasrallah, jefe de Hezbolá, el grupo paramilitar chiíta libanés.

Tomada en abril durante una discreta  visita del jefe de Hezbolá a los amos financieros e ideológicos del grupo, la fotografía capturó un punto de inflexión en la guerra civil de Siria. Una guerra, por cierto, de las más cruentas que se recuerdan entre sunitas y chiítas, las dos ramas principales del Islam.

Fue el momento en que Irán hizo público su deseo de que Hezbolá se uniese a la batalla para salvar al presidente de Siria, Bashar al-Assad, según apuntaron varias fuentes diplomáticas. En ese momento, Assad y su secta alauita, una rama del Islam chiíta, estaban perdiendo terreno frente al avance de la insurgencia sunita.

Pocos días después de regresar a casa, Nasrallah pronunció un discurso televisado dejando claro que Hezbolá podría luchar junto a Assad en Siria para evitar caer “en manos” de los radicales yihadistas suníes, los Estados Unidos e Israel. La supervivencia de los chiítas estaba en juego, dijo.

Poco después, los combatientes de Hezbolá – que hasta entonces habían permanecido al margen de esta guerra civil- entraron en Siria. En junio ya ayudaron a las fuerzas de Assad a recapturar la ciudad estratégica de Qusair y otros territorios, haciendo que la balanza de la guerra pasase a estar del lado de Assad.

Funcionarios de seguridad expertos en la región explicaron a Reuters que en la actualidad hay entre 2.000 y 4.000 combatientes de Hezbolá en Siria. Una fuente de seguridad libanesa apuntó asimismo que un comando central de Irán liderado por la Guardia Revolucionaria dirige las operaciones de Hezbolá en Siria, en estrecha coordinación con las autoridades sirias. Otra fuente también apuntó que Hezbolá había entrenado a combatientes altamente cualificados en Siria, cuya única misión es asesinar a los líderes militares entre los rebeldes sunitas.

Hezbolá no quiso hacer comentarios sobre su participación en Siria. Además,  Nasrallah ya había dicho anteriormente que es necesario que Hezbolá luché contra los radicales suníes aliados a Al Qaeda.

Las autoridades de Irán tampoco respondieron a las llamadas de los periodistas para comentar esta situación. La semana pasada, la portavoz de la cancillería iraní, Marzieh Afkham, dijo que Irán no tenía presencia militar oficial en Siria, y que solo prestaban  asistencia humanitaria. En septiembre pasado, Mohammad Ali Jafari, jefe de la Guardia Revolucionaria, dijo que algunos miembros de la fuerza de élite Quds de Irán estaban en Siria, pero que no constituían “una presencia militar”.

El papel de Hezbolá en Siria tiene ramificaciones no sólo en El Líbano, sino en toda la región. Si Assad sale victorioso, la influencia de Irán a lo largo de las orillas del Mediterráneo crecerá. Si pierde, puede que Hezbolá e Irán salgan dañados. Para algunos miembros del grupo, la lucha es existencial.

Reuters ha sabido que algunas voces dentro de Hezbolá, que es considerado una organización terrorista por Estados Unidos y Europa, se opusieron a participar en el conflicto en Siria. Dos prominentes miembros temían que esta intervención arrastrase a Hezbolá y a la comunidad chiíta a un atolladero sin salida.

Sheikh Subhi al-Tufayli, quien fue dirigente de Hezbolá desde 1989 hasta 1991, dijo que la decisión de intervenir había sido provocada por la República Islámica de Irán. “Yo era secretario general del partido y sé que la decisión se tomó en Irán. La  única alternativa habría sido una confrontación con los iraníes”. Tufayli, expresó a Reuters, en su casa en el este de Bekaa Valley, cerca de la frontera con Siria que “nadie en Hezbolá, ni el propio Sayyed Hassan Nasrallah, están convencidos de esta guerra”.

Estas dudas se repiten en todo Oriente Medio

Pero las voces críticas fueron ignoradas al principio de la cuestión y finalmente silenciadas. “Incluso si Hezbolá tiene sus sabios, la decisión (para combatir en Siria) no es de ellos”, explica un alto funcionario de seguridad libanés que, como la mayoría de la gente que habló con Reuters sobre este informe, no puede ser identificado. “Hezbolá está obligado a seguir las órdenes de Irán.”

Un político libanés, resumió esto mismo, diciendo que “Nasrallah no puede decir que no a una persona que le ha dado 30 mil millones de dólares en los últimos 30 años”.

Fuerza de ataque

Hezbolá –cuyo nombre significa el Partido de Dios en árabe – fue originalmente concebido en la embajada iraní en Damasco en 1982-. Su principal objetivo era luchar contra las fuerzas israelíes que habían invadido Líbano ese mismo año.

Su fama como grupo terrorista le llegó por los atentados suicidas, secuestros y más secuestros. Hezbolá llegó a servir como subcontratista de los intereses estratégicos de sus pagadores iraníes, formando un frente militar con Siria e Irán contra Israel y Estados Unidos. En el plano interno, esto supuso el ascenso de los chiítas libaneses, que hasta entonces habían sido una comunidad marginada. Gracias a esto se convirtieron en la secta más poderosa del país.

Sus fuerzas paramilitares son ahora más poderosas que el propio ejército libanés e incluso que algunos ejércitos árabes, según varios expertos regionales. Tienen una fuerza de ataque compuesta por alrededor de 7000 efectivos, más unos 20.000 reservistas, según funcionarios de seguridad y diplomáticos.

En Siria, la disciplina y el entrenamiento de los combatientes de Hezbolá dio sus frutos más significativamente en junio, cuando el régimen de Assad recuperó la ciudad de Qusair, a unos 10 kilómetros (6 millas) de la frontera libanesa. Según un funcionario de seguridad regional, “(La batalla por) Qusair era básicamente una operación de Hezbolá, desde la planificación hasta la gestión de los sistemas de armas clave. Las tripulaciones de Hezbolá fueron incluso las que operaron los tanques T-55 y T-54, así como todos los sistemas de artillería importantes, como los misiles antitanque”.

Desde entonces, Hezbolá ha ampliado su poder en Siria en todas las áreas donde los rebeldes están presentes, según una fuente de seguridad regional que pidió no ser identificada.

El grupo ha reforzado su presencia en torno a la capital, Damasco, la zona fronteriza y la ciudad de Homs, que se encuentra estratégicamente entre Damasco y el corazón montañoso de la minoría alauita de Assad.

Su tarea principal es evitar que los grupos rebeldes, principalmente sunitas yihadistas vinculados a Al Qaeda, como el Frente de al-Nusra, entre en el corazón de la capital. “Es (chiíta) Hezbolá contra (sunita) al-Nusra Front y otros yihadistas”, explicó un observador militar.

Esta misma fuente ha explicado que “en estos lugares, Hezbolá solo quiere atrincherarse en posiciones fijas, dado que entiende que la lucha llevará mucho tiempo y esto afectará a su destino en Líbano. Sus acciones se toman en plena coordinación con el ejército sirio y los expertos iraníes, que los dotan de asistencia militar y tecnológica”.

Hezbolá también está echando raíces en Bosra al-Sham, al sur de Damasco y otros lugares en el lado sirio de los Altos del Golán, una meseta estratégica en el suroeste de Siria ocupada por Israel. El grupo quiere evitar que se envíen armas desde el Líbano a los rebeldes en Siria. Para ello, coloca minas en las rutas transfronterizas, según ha explicado una fuente autorizada.

Combatientes de Hezbolá sirven como instructores para las milicias sirias, explicó la misma fuente. “Hezbolá también se ha adentrado en los escuadrones sirios, unidades encubiertas seleccionadas de entre los mejores combatientes y entrenados por los iraníes, cuya misión es asesinar a los líderes opositores sunitas y a los comandantes del Ejército Libre de Siria en Damasco y Aleppo”, explicó.

Hezbolá no ha realizado ningún tipo de comentario sobre su implicación en Siria.

Además de las armas convencionales, Hezbolá está usando nuevas herramientas, sobre todo de Irán, que exportan a Damasco o Beirut. Asimismo, Hezbolá también ha recibido armas del ejército sirio, incluyendo lanzallamas, según ha explicado otra fuente autorizada.

Las armas son trasladadas con frecuencia desde el Líbano hacia Siria con poca dificultad, dado el control que el régimen sirio y Hezbolá ejercen en los pasos fronterizos. El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán y la fuerza Quds, y el alto mando militar siria, funcionan como una misma unidad para coordinar al ejército sirio y las operaciones de Hezbolá. Esta unidad fue inicialmente responsable de llevar a los combatientes de Hezbolá a Siria para operaciones específicas.

Líbano, una base segura

Hezbolá cuenta con 12 escaños en el parlamento de Líbano, dos ministros del actual gabinete provisional, una radio y una televisión vía satélite y una red comunitaria que ofrece de todo, desde salud y educación, hasta pensiones y vivienda.

Además de penetrar en el ejército y los servicios de seguridad, tiene aliados en todos los ministerios importantes, oficinas gubernamentales, empresas de propiedad estatal e instituciones clave, según fuentes políticas y de seguridad libanesas.

En el puerto de Beirut, Hezbolá tiene un muelle propio, de acuerdo con dos fuentes de seguridad libanesas. Comerciantes chiítas vinculados a Hezbolá traen remesas a través del muelle para evitar el pago de derechos de aduana, los venden a precios más bajos que sus competidores, y donan parte de las ganancias al grupo terrorista.

Además, el grupo tiene inversiones en el Líbano y en el extranjero, incluyendo la construcción, supermercados, estaciones de servicio, y proyectos industriales. “Tienen sus propias operaciones de lavado de dinero”, ha explicado un político libanés. “Se blanquea dinero a través de empresas dedicadas a los bienes raíces, a las tiendas de telefonía celular o fundaciones religiosas”.

El ex funcionario del Tesoro de Estados Unidos Mateo Levitt, profesor en el Instituto de Washington y autor del libro ‘Hezbollah: La Huella Global del Partido de Dios libanés’, ha explicado que el grupo se dedica a una amplia gama de actividades ilícitas, desde las monedas de falsificación, documentos y bienes al fraude de tarjetas de crédito, blanqueo de dinero,  contrabando de armas y tráfico de narcóticos.

Hezbolá ha negado regularmente esas acusaciones.

Políticamente, Hezbolá puede influir mucho en Tammam Salam, el político sunita encargado en abril de la formación de un nuevo gobierno en el Líbano. El grupo goza de derecho de veto sobre todas las decisiones políticas -un poder que consiguió después de una larga disputa entre él y el gobierno sunita que se inició después de la guerra de 2006 con Israel-.

“Si Hezbolá quiere formar un gobierno, entonces se formará,.. Si no, no se hará. Son la fuerza más poderosa de la tierra, más poderosos que el propio estado”, dijo un diplomático occidental.

La progresiva hegemonía de Hezbolá en el Líbano comenzó tras el asesinato en 2005 del ex primer ministro Rafik al-Hariri, un multimillonario sunita que utilizó el dinero, la influencia nacional e internacional para obtener apoyos.

Hariri, que tenía estrechos vínculos con Arabia Saudita y Occidente, fue asesinado en Beirut por un coche bomba en el que investigadores de la ONU vieron la marca comercial de Siria, y por el que cuatro miembros de Hezbolá fueron posteriormente acusados. Ninguno de los cuatro ha sido arrestado. El grupo niega cualquier participación en el asesinato.

El asesinato de Hariri provocó una protesta internacional que forzó la expulsión de grupos siros en el Líbano, después de 29 años de presencia militar en este país. Los expertos coinciden que si al-Hariri siguiese vivo podría haber sido la persona perfecta para desafiar el dominio de Hezbolá.

“Si estuviera vivo, habría tenido la mayoría en el gobierno y la posición de Hezbolá habría sido difícil”, ha explicado Tufayli, el ex líder de Hezbolá.

Una importante fuente libanesa asegura que Hariri fue asesinado en un plan conjunto entre Siria e Irán, ejecutado por elementos de Hezbolá sin el conocimiento de Nasrallah.

Hezbolá no se ha mostrado dispuesto a tolerar la menor amenaza. En junio, cuando los chiíes desarmados protestaron frente a la embajada iraní en Beirut contra la participación militar de Irán en Siria, hombres armados de Hezbolá, vestidos de negro y armados con pistolas, cargaron contra la multitud, matando a un manifestante.

Represalias con coche bomba

Siria presenta riesgos más amplios. Según Nasrallah, Hezbolá inicialmente trató de mantener un equilibrio entre su papel en el Líbano y sus ambiciones como una vanguardia islámica de Irán en la región. La intervención en Siria ha terminado con esta ambigüedad.

El caos amenaza con desatar los demonios sectarios desde Beirut a Bagdad. Las represalias contra Hezbolá ya han comenzado: en mayo, varios cohetes fueron disparados contra los suburbios del sur controlados por Hezbolá en Beirut, y desde entonces varios coches bomba han explotado en el Líbano.

“Hezbolá entró en un conflicto entre sunitas y chiítas y declaró la guerra a la yihad, por lo que debe esperar ataques de estos grupos”, dijo una figura de la oposición sunita.

Tufayli, el ex líder de Hezbolá, ha comentado que la intervención del grupo en Siria fue un error de cálculo fatal. El conflicto, dijo, se está convirtiendo en una guerra de poder entre sectas chiítas minoritarias.

“Hasta hace poco pensaba que la resistencia armada (contra Israel) era una prioridad y un objetivo precioso. El conflicto entre sunitas y chiítas terminará consumiendo todo nuestro mundo “, dijo.

Gastando billones

La guerra está suponiendo enormes costes tanto a Hezbolá como a Irán, que ya está bajo sanciones internacionales debido a sus ambiciones nucleares.

Un funcionario de seguridad regional con acceso a informes de inteligencia actuales puso los ingresos anuales de Hezbolá en entre 800 millones y mil millones de dólares. Entre el  70 y el 90 por ciento de estas cantidades son provenientes de Irán.  La cantidad depende en función del precio del petróleo. Los fondos restantes del grupo llegan a través de donaciones privadas chiitas, la venta de protección y las empresas y las redes mafiosas en el Líbano”, dijo la fuente.

Además de su participación en Siria, Hezbolá paga salarios a 60.000-80.000 personas que trabajan para organizaciones benéficas, escuelas, clínicas y otras instituciones, además de su aparato militar y de seguridad, dijeron otras fuentes chiítas.

Otras fuentes de seguridad dijeron que Hezbolá está recibiendo fondos adicionales dedicados a la guerra con Siria. “Siria está chupando las reservas de Irán, con la República Islámica pagando entre 600 y 700 millones de dólares al mes (sólo para el coste de los combates en Siria)”, dijo un alto funcionario de seguridad libanés. No se pudieron confirmar estas cifras.

Y el precio no es sólo financiero: la participación de Hezbolá en Siria ha perjudicado su apoyo en el Líbano. “No hay un solo pueblo en el sur, que no haya perdido a uno de sus miembros (en Siria)”, dijo Ali al-Amin, un columnista chiíta, crítico con Hezbolá.

La mayoría de los chiítas libaneses, sin embargo, siguen apoyando al grupo. “Una gran parte de la sociedad está apoyando a Hezbolá porque considera que sus lazos con él son existenciales”, dijo Amin. “Su leiv motiv es: ‘estamos con Hezbolá tanto si va al infierno o al cielo”.

Samia Nakhoul 

Reuters 

Hezbolá se lo juega todo en Siria

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